lunes, 27 de julio de 2009

una pizca

y si me resisto
pero estoy ahí

aunque no pueda
o no sepa
pero estoy

y si no lo logro
o no quiero lograrlo
pero estoy

cuántas hay
cuántas estarán
y cómo

quién me lo dice
¿tú?
que jamás exiges
que no das para no pedir
que vienes y vas a tu antojo

yo también soy libre
y elijo no estar

lunes, 30 de marzo de 2009

ADIOS al gafe

Una inocente risita, de lo más ingenua es capaz de provocar toda esta cadena de acontecimientos.
Viernes - Otto y yo bajando una de tantas cuestas de esta ciudad. Él a lo suyo, la caza del tesoro, zigzagueando e impredecible en su siguiente quiebro. Un tirón, no más brusco de lo habitual, pero yo iba en la berza. Allá voy, de narices al suelo. Y como conducta ya adquirida en la infancia, para no romper más de lo imprescindible, me abalanzo sobre mi brazo izquierdo (especialista en esguinces absurdos). Me levanto de inmediato – antes de convertirme en el espectáculo vecinal – y camino con altivez. Eso sí, mi elegancia se quedó en la acera, un agujero en el pantalón a la altura de la rodilla, y una herida fea que tardará en desaparecer.
Lunes – Ágil, dirijo mis pasos hacia el supermercado. Larga lista para no olvidar nada importante. Una compra grande que llevarán a casa. Más rápido de lo previsto y con unos cuantos caprichos en el carrito. Misión cumplida.
Martes – media tarde, esperando mis bienes recién adquiridos. Ya empezaba a maldecir la falta de puntualidad (en un tramo de tres horas), cuando suena el móvil. El bueno del repartidor que lleva un rato llamando al piso equivocado. Sube raudo, y apenas tengo tiempo de quitarme las pantuflas. Aterriza en la puerta con una mala noticia: un brick de leche roto, por exceso de velocidad al salir del ascensor... Si quiero, se lo lleva y lo trae al día siguiente. Es uno nada más, me lo quedo e intento poner una de esas sonrisas de “aquí no ha pasado nada”. El chico, aliviado, sigue su loca carrera.
Lo que él ni se imagina es el tremendo asco que me produce el olor a leche. Bayeta, agua caliente, Fairy, y a frotar. El líquido blanco que se ha salvado va a la botella de cristal. Los envases que compartían caja pasan al mueble, impecablemente limpios. Tiro la bayeta a la basura (cada uno con sus manías, es lo que hay). Y encime era la última; de nuevo al super a por otra...
Necesito un paseo y aire fresco.
Ya de noche, y porque yo lo valgo, me dispongo a abrir una botella de vino. En ese preciso instante soy consciente de que el sacacorchos se jubiló... Respiro hondo...
Miércoles – Sin ganas de hacer recados, salgo a por un maldito sacacorchos. Retomamos la apertura, ya relajada, con una película esperando en el DVD. Lo introduzco, voy girando (lo de abrir botellas nunca me ha gustado), falta bajar las dos palancas y podré al fin beber un sorbito... Inicio el movimiento de descenso y de pronto me quedo con el artilugio en la mano. Miro estupefacta para el corcho y allí está incrustado el muelle... En un acto heroico de dominio de la situación, agarro unas tenacillas del marisco, y al más puro estilo troglodita, y con fuerza sobrehumana, arranco el maldito tapón y doy rienda suelta a la alcoholemia...
Lo demás ya son pequeñeces: devolver el maltrecho sacacorchos; salir de casa el último amanecer antes del cambio horario, cámara en mano, para hacer unas fotos de las impresionantes vistas desde el tren (la batería sin cargar)...
Pero hoy doy por concluida la racha. Debajo de una carpeta sobre la mesa de trabajo, ha aparecido mi reloj, extraviado desde hace unos días. Y esa es la señal... ¿de qué? Pues ni idea.
NOTA – Dedicado a J y CH, prometo no volver a reírme de los males ajenos. Y también va por Zadelia y el calambre.Un brindis.

sábado, 21 de marzo de 2009

Ojalá octubre - Juan Cruz Ruiz

No escribo... Leo, ¿y tú?
Texto de la contraportada:

Este libro nació de una mirada, la de mi padre. Vi en ella desolación, el final de la esperanza, la cancelación definitiva de la felicidad. Jamás he podido olvidar esa mirada. Para entenderla he escrito. Como si fuera una búsqueda del reencuentro con la ansiedad de vivir y ser feliz. Un día, en medio de un camino, vi en un espejo oscuro la figura de mi padre. Alcé la mano para saludarlo en medio de la fascinación de lo imposible, y observé que esa mano me saludaba a mí mismo. Un día encuentras siempre la mirada que perdiste.

No subrayo, pero si lo hiciera, marcaría párrafos como éstos:

En el camión él era feliz, tarareaba. Era feliz con muy poco; acaso con los domingos por la tarde, cuando se vestía e limpio, iba al cine, solo, compraba su entrada, se sentaba cómodamente, miraba la pantalla. Luego nunca comentaba las películas; llegaba a casa como si viniera de misa, como si todas las películas fueran iguales.

Lo heredé. Respondo cuando no me preguntan, y cuando me preguntan me aturdo; nací preguntando, vivo de las preguntas, me cuesta responder.

El éxito, cuando se cuenta, se parece a la mezquindad.

Olvidar no es dejar de querer, pero a veces no se olvida lo que no quieres que haya sucedido.

Él tenía apetito y la mirada perdida en el horizonte sobre el que en ese momento ya no vislumbraba risa alguna, él estaba solo; era un hombre solo, la amargura del tiempo, la del pasado, no tenía nada que ver con esa amargura; ésa era de algodón, se atragantaba, era como el llanto que no se atreve a salir, y era como el silencio, una nube plomiza en la que él ya había decidido habitar.

Cuando me siento a escribir esa sensación de haberle visto siempre arañando la felicidad sin poder tocarla de verdad entera, viene a mi memoria otra vez esa frase en la que Truman Capote recuerda el instante en que fue feliz, en octubre.
“Me gusta tanto este mes que ojalá siempre fuera octubre.”

Un instante de felicidad y de pronto todo ese mes es maravilloso. Y la magia de esa palabra en forma de deseo, OJALÁ.


Puedes leer el principio
aquí.


Mira que te lo tengo dicho (blog de Juan Cruz – El País)

viernes, 13 de marzo de 2009

Ray Loriga

Lo peor de todo

De niño me lo había tragado un poco y pedía perdón a Dios después de cada paja. Pero es que de niño te cuentan muchas estupideces y como eres pequeño y tienes las orejas más grandes que cualquier otra parte del cuerpo entra todo.

Oxa se cree que es un gato, se te sube encima y pretende que la cojas en brazos. Es muy cariñosa, pero pesa doscientos kilos. Cuando se pelea con otros perros no se da cuenta de lo grande que es y se esconde.

Leí en un periódico que un pastor había derribado un helicóptero de una pedrada. Resulta que el helicóptero andaba por allí asustando al rebaño y al pastor se le ocurrió que a lo mejor conseguía ahuyentarlo a pedradas. Después aparecieron los de la televisión y los de la radio y los de los periódicos y al pobre hombre le faltaban piedras para sacarlos a todos de su prado.

Los profesores no me gustan porque no creo que sean buena gente. Cualquiera que piense que tiene algo que enseñar es por lo menos sospechoso.

Caídos del cielo

Que tu hermano mate a alguien no deja de ser una experiencia. No es como leerlo en el periódico. El horror pasa a formar parte de la familia y eso lo cambia todo. Al muerto no le conoce uno de nada, pero al asesino sí. No digo que esté bien, no quiero que nadie se confunda, sólo digo que cada pistola tiene dos lados y a cada lado hay una persona, y que si se explica bien la historia, no como la contaron en televisión, la canción suena de otra forma. Aunque, eso sí, sigue siendo una canción llena de muertos.

No entiendo nada de lo que pasa. No soporto que me griten y que digan que he robado si no he robado y nunca pensé que pudiera encontrarme una pistola en la basura y sobre todo no me imaginé que matar a la gente fuera tan fácil.

Siempre hay alguien que quiere ir al sitio del que todos los demás se escapan.

Tokio ya no nos quiere

...las cartas más tristes no llegan nunca a su destino. Así es como funcionan los antidepresivos. Carteros despistados que se olvidan de entregar las malas noticias.

La memoria es el perro más estúpido, le lanzas un palo y te trae cualquier otra cosa.

Suerte es una palabra que debería quedar reservada para los que aún están esperando.

jueves, 12 de febrero de 2009

La otra Navidad

La luz era tan brillante que le obligaba a entrecerrar los ojos, mientras el trazo del perfilador dibujaba una sonrisa difícil de entender. La mano le temblaba. No podía olvidarse la bufanda, pensó, ni los guantes. Después un último vistazo a todo, una pequeña despedida, triste como si nunca más fuera a regresar a casa.

De pequeña nunca había tenido miedo, miedo a perderlo todo, miedo a perder incluso la vida. Sus abuelos lo llenaban todo, le daban estabilidad, y también los amigos imaginarios, y estos últimos no eran unos amigos imaginarios cualquiera, eran chamanes o astronautas recién llegados de algún planeta.


-La enfermera te explicará para qué es -le dijo el conserje tendiéndole una llave. El conserje se esforzaba en sonreír.

-Vale!

Desde ese instante ya no tuvo cobertura ni para el teléfono móvil... y nadie sabía dónde estaba. Tal vez no fuera tarde para huir... pero huir, a dónde? con algo terrible que guardaba en su interior.

Dejó sus cosas en una consigna, incluso el móvil y después, respirando muy despacio y con pasos también muy lentos caminó hasta la sala que le habían indicado. Le pareció muy injusto que oliera a café mientras ella estaba en ayunas y que algunas enfermeras cantasen villancicos.

-Cama 1- le gritaron.

-Vale! 

Quería que el tiempo avanzase, quería salir de aquel lugar. Estaba tan asustada que lo que menos le importaba era el frío o el dolor, su preocupación era el olor de la sangre que poco a poco lo iba empapando todo. 

-Pero, esto qué es? - gritó alguien.

-Es esmalte - dijo la chica.

-Ya veo, ya veo... no se pueden traer la uñas pintadas, no lo sabes?

-No.

-Pero venga no llores, encontraremos algo para quitártelo.

-Si no lloro.

-No?

-No, sólo lo parece.

Poco a poco el morado dio paso a las uñas transparentes, poco a poco ella comenzó a desaparecer.

-Pero mira que buen color tienen.

Otra enfermera se acercó y comenzó a repasar sus uñas de nuevo.

-Pero has visto que color de uñas!

-Creo que es lo que se lleva... -le respondió la primera.

-Por cierto, cuántos años tiene el chico que están operando en el 2?

-Cuarenta años.

-Ya me había parecido muy joven. El páncreas... Ya te dije que a mi prima la dejan volver a casa en Navidad? ... para despedirse...

-Pero... no sabía...


-Nos vamos -le dijo un celador...- no te habré despertado??

-No.

-Te han hecho esperar mucho? es que hoy se ha complicado el día.

La chica asintió, claro, el paciente del 2 pensó. También pensó que ella creía que los quirófanos estaban siempre en lugares subterráneos pero el celador la llevaba a un piso superior. El ascensor, los pasillos eran un caos.

-Aquí se acaba el viaje princesa... ehhhh no me digas que ya me has cogido cariño...

-Quiero irme contigo...

-jajjajaj, volveré a buscarte.


Y efectivamente volvió a buscarla. Le tocó la frente con el dorso de la mano y le humedeció los labios antes de devolverla a su habitación. En media hora volvió el color a sus mejillas, y también la sonrisa.

-Dime la verdad. Dónde dirías que estuve hoy?

-No lo sé, dímelo tú -le siguió la broma el celador.

-Estuve de compras, ultimando los regalos... y a media mañana un Starbucks.

-Genial... Sabes?, me han dicho que en una hora puedes irte a casa. Feliz Navidad! ahora tengo que seguir trabajando.

-Feliz Navidad. 

El patrón


El corazón de Valentina es un laberinto, por eso, si no tienes cuidado de girar siempre a derecha o izquierda, acabas atrapado... sólo es cuestión de tiempo que tropieces con ese trastero en el que descansan sus desamores. Lo imagino cubierto por una delicada capa de polvo, con telarañas y en una penumbra roja, y en medio, mezclados todos esos seres amados. No sé como se llevarán un banquero y un aventurero, un pintor (de brocha gorda) y una frustrada actriz, un cuenta cuentos y una ama de casa... Posiblemente después de conocerse serán conscientes de que entre ellos hay más acuerdos que desacuerdos.

Y es que en la vida hay cosas que se repiten fieles a un patrón,.

-Hola!

Con sólo una palabra sabías que se había enamorado, y con ella todos nosotros, porque Valentina es así. Sus amores solían llegar envueltos en timidez y poco a poco nos robaban el corazón y todos amábamos ese amor y nos entristecíamos porque sabíamos que Valentina era demasiado fiel a su patrón. Que por mucho que luchara siempre acababa por encontrar a otra persona, y ya podías jugarte el tipo en un triple mortal, ya podías conseguirle una estrella... toda una constelación...

-Solo es cuestión de redistribuir el espacio...

-Pero qué dices?

-En un corazón pueden vivir tantos seres como nosotros creamos...

-Esto no es lo de “dónde comen dos comen tres”, estamos hablando de amor.

-Ya.

-Y?

-Qué insinúas? Acaso crees que no les quiero?

-La ética Valentina...

-Ética es lo que yo les ofrezco.

-Ya conozco tu ética... o lo tomas o lo dejas verdad?

-No me riñas.

-Cómo te voy a reñir si eres mi amiga! pero sabes? a veces pienso en todas estas personas que nos regalaste, en todos los que sufrieron y se rieron contigo y los imagino encerrados en algún lugar de tu corazón... como si viajaras siempre con una carga extra, con un corazón grande y superpoblado...

Valentina se toca el pecho prestando especial atención al latido arítmico de su corazón.

-Pues yo pienso que P lo ha pintado de un hermoso color púrpura, que M cocinará esos pequeños gnoquis de patata y queso cada domingo y -Valentina sonríe- esto te gustará, pienso que J planeará cientos de expediciones en busca de la libertad... antes de saber que en realidad mi corazón no es un mal lugar en el que vivir...

-Eres increíble, me doy por rendida...

-Mal momento para rendirte, vuelve aquí -le grita y la sigue- acaso crees que no me han roto el corazón, maldita sea!

-Como a todos.

-Les quiero más que a mi vida, y lo que he sufrido lo se yo.

Cuando Valentina dijo eso me di cuenta de que no existe ese patrón en el que tanto he creído, me di cuenta de que sólo conocía una cara de la luna.

-Pero... tú nunca...

-Venga, sírveme una copa de vino, y por favor pon algo de música.

sábado, 7 de febrero de 2009

si está BIEN

Llevo horas dando vueltas, intentando pensar en cada una de las alternativas. El que dice que la almohada es buena consejera, se equivoca. Ensayo frases de inicio. La comunicación es la base de todo.

Ya sé, aprovecharé la hora de la comida. Mejor una cena. No, en casa... Ir al aeropuerto. Nunca lo hago, ni tan siquiera estoy segura de la hora de llegada.

Me destapo y siento frío. Tiro del edredón hacia arriba. Me giro hacia el otro lado. No quiero ver la hora. Cierro los ojos y aprieto con fuerza los puños (decías que era un truco para conciliar rápidamente el sueño, me hacía tanta gracia …) No se oyen coches en la calle. No entra luz por el pequeño resquicio de la persiana, ni por debajo de la puerta del baño. Parece que el tiempo se arrastra, pero no se mueve. Voy a la cocina entre la oscuridad. Abro la nevera y me deslumbra. Un zumo bien frío me sentará bien.

De nuevo tumbada. Concentración. Respiro suavemente. Visualizo una imagen placentera. El mar, una pequeña cala de arena fina… El rumor de las olas.




¿Y si no quieres comprender?
Las gaviotas sobre el cielo azul…
Puede que hagas ese maldito gesto y me mires con indulgencia (sabes lo mal que me sienta).
El sol de invierno, la suave brisa…

Suena el despertador. Ni un segundo para la duda, me incorporo, me levanto y directa a la ducha. El agua hirviendo, siento el chorro en la cara y el cuerpo. Un café, muy cargado y una nube de leche. Me cambio de pantalones, los negros, mucho mejor.

Diseños, bocetos, decisiones milimetradas, zambullirse de cabeza entre papeles. A punto de reunirme con la jefa, me doy cuenta de que tengo el móvil apagado. Lo busco entre la selva en el interior del bolso. Siempre lo mismo, dónde estará? Marco el PIN, saludo de Nokia… Ojalá fuera así de sencillo, extiendo mi mano hacia la tuya. Cojo los documentos y echo una última mirada a la pantalla.

Podría discutir cada punto, forzar una prórroga para la presentación del proyecto, pero hoy es irrelevante. Cifras, datos, escucho y me dispongo a obedecer todas las órdenes recibidas. Salgo del despacho y camino lentamente.

Dos llamadas perdidas en la madrugada, y un sms con un largo texto de promociones navideñas. Qué raro, tan tarde… ¿Qué está pasando? Tal vez intuyes mi inquietud. No puede ser; simplemente soy una partícula invisible, que co-habita bajo el mismo techo.

Decidido, hay que hablar ya … “No estoy bien. Supongo que es evidente mi apatía… No puedo culparte solamente a ti. No sé desde cuándo… No estoy enfadada, ni dolida. Me he acostumbrado a tus silencios, a tus cambios de planes, a no contar contigo, a improvisar… Me siento muy sola. Me asfixio… Necesito aire, un cambio, vivir, sentir. Quiero viajar, volver a brincar en un concierto, emocionarme en una sala de cine, leer en la cama los domingos por la mañana, comer helado de chocolate, hacer fotos de las calles bajo la lluvia… Pero tú no tienes tiempo para compartir, para hablar, para reír, para soñar a mi lado… ”

Así mismo se lo voy a decir, todo seguido, sin que pueda interrumpir mi discurso. No hay respuestas correctas. Guía, nombres, inicial… Juan deja sobre la mesa los sobres y un pequeño paquete que de inmediato ocupa toda mi atención. Fuera de cobertura, cuelgo y me lanzo a rasgar ese torpe envoltorio (señal que te identifica de inmediato; que tantas risas ha provocado entre tú y yo, incapaces ambos de conseguir un resultado mínimamente digno). Una pequeña libreta de tapas duras y un CD plateado sin rotular. No lo entiendo, ni una nota… Escucho y suena una canción:


sábado, 31 de enero de 2009

La casa I

La casa navega hacia el pasado lejano, poco a poco nos alejamos la una de la otra. Se mezclan los primeros y los últimos días compartidos y producen una distorsión que me golpea la nuca a la vez que galopa por mi cerebro.

Una casa perfecta debe tener muchas ventanas (siempre puedes cerrarlas para que reinen, si quieres, las tinieblas) orientadas hacia los cuatro puntos cardinales, escaleras, armarios empotrados y por último, una chimenea. Imaginad un lugar encantado y estaréis viéndola.

Recuerdo haberme pintado las uñas de naranja Kanebo y cruzar la nacional, un paso que suponía la entrada en la comunidad.

-qué piensas?

Que entonces desconocía el uso de las armas, así como debía protegerme, el alma de bebé inocente y desnudo ahora se parece más a Juana de Arco... armadura y lanza en mano, qué poco equipaje, no? También pienso que yo debería seguir allí, cultivando lechugas, cuidando a la extraña fauna del jardín, la verdad es que nunca llegó a ser un auténtico jardín sino un proyecto en el que habría un estanque con carpas doradas, pero aún así estaba lleno de una vida exuberante y un día incluso apareció un escarabajo joya de color esmeralda! 

Sumida en la naturaleza la vida en sí parecía más compleja porque eras consciente de todos los cambios que se producían a diario... el punto exacto que marcaban las sombras era cada día un pelín distinto, el cenit, la osa mayor, todos parecían moverse a diario y sin embargo éramos nosotros los que nos movíamos. Pero aquí la parada de metro se encuentra siempre en el mismo lugar, y me produce una sensación tan antinatural... sabes que ha llegado la primavera cuando ves fresas en el mercado... pero no ves como rompen las yemas de los árboles ni ves el campo lleno de flores...

Aquí siempre hay alguien que no sujeta la puerta del metro y la puerta te da un par de veces en la cara y te prometes a ti misma que no dejarás que el frío urbano te deshumanice. Y de vez en cuando alguien te sujeta esa  misma puerta y descubres en su mirada el reflejo de una vida primitiva y ancestral. Reconocerse en la ciudad me sonroja y me emociona y durante una fracción de segundo mantienes una conversación sin palabras y después te vuelves y te fundes con el asfalto.


Sugerencia:  escuchar con música de Los Planetas

martes, 13 de enero de 2009

DESDE EL OTRO LADO (1)

Traducido de: http://meigamoneka.blogspot.com/2009/01/dende-o-outro-lado-1_12.html


6:35 a.m.
Este año no voy a formular propósitos de Año Nuevo, total nunca cumplo ninguno. Este año paso de todo, ni dejo de fumar, ni de beber, ni vida sana ni ostias. Este año pienso hacer lo que me salga de los güevos, como siempre, pero sin remordimientos; y si no me apetece ir a currar, pues no voy Y PUNTO, que llevo veinte años, VEINTE AÑOS (que se dice pronto) sin faltar un puto día al curre. Y vaya curre, ¿eh? Sirviendo cafés todo el puñetero día y aún encima dando conversación y escuchando el rollo a todo el que se quiera desahogar, pero ¿quién se preocupa de escucharme a mí, eh? Que yo también tengo mis problemas pero parece que nadie tiene tiempo para escucharlos. ¡Claro! Todos vienen a por su cafetito: rápido sin casi soltar palabra o remolón hablando sin parar, pero sin escuchar nunca. ¿Y qué pasa conmigo? Nadie se preocupa siquiera de disimular con un simple “¿qué? ¿Cómo te va hoy?” NADA, todos con la mirada hacia dentro sin verme siquiera, lo mismo les daría que fuese una puerta con tal de que dijera: “claro, entiendo, hombre eso no es vida” de vez en cuando. A esta mesa no hay quien le quite las marcas estas, se ve que las hicieron a conciencia, debían estar aburridos y ahora me toca a mí fregar y fregar porque unos “señoritos estaban aburridos” ¡Hay que joderse! Pero este año cambio de curre como que me llamo Alberto, bueno, “Albertito” que me dicen, llegaré a los sesenta llamándome Albertito y no será por que abulte poco, que siempre fui de “constitución fuerte” como decía mi madre, pero deben pensar que llamándome así somos todos coleguitas, deben pensar que soy gilipollas, que por llamarme Albertito ya somos íntimos y pueden soltarme el rollo como si fuese su mejor amigo. Y digo yo que esta gente ha de sentirse muy sola para llegar a la barra y contarle toda su vida a un perfecto desconocido por muy Albertito que se llame.