martes, 7 de abril de 2015

Santos y festivos

Festivos soleados. Desconexión asegurada. Tranquilidad, mañanas sin madrugones, esto es vida. Y así llega el viernes. Empanada de zamburiñas, y de segundo zorza, deliciosas. Un café con hielo en una terraza. Una pequeña siesta me vendrá bien. Abro la puerta de casa y todo lo invade un sonido penetrante. ¿Qué es eso? La nevera se ha vuelto loca. La pantalla indicadora de la temperatura parpadea a ritmo frenético.  Y ese ruido, ese maldito martilleo.... Suelto el bolso en dirección a la silla del salón, y allá voy. Arrastrarla hasta lograr el espacio suficiente para introducir mi brazo y desenchufar el diabólico aparato. Bendito silencio.

No, no hubo siesta. Unos minutos para cerciorarme de que el truco del reinicio no funcionaba, y tomar medidas de emergencia. O como sobrevivir al deshielo de un congelador en huelga. Lo primero es poner a salvo los alimentos, y para eso siempre están las madres (y los combis maternos).

Ya de noche, y antes de acostarme, una que es tozuda, lo vuelvo a intentar. Y sí, esta vez parece que arranca. Victoriosa me acuesto, y entre pesadillas resuena la cantinela de la avería. Falsa alarma, ya es de día y no se escuchan ruidos amenazantes desde la cocina. Sorpresa: ice age. La leche dentro de la nevera se ha solidificado....

Sábado, tiendas abiertas. De ruta por los pasillos expositores de blancos y plateados frigoríficos relucientes. Parece que sólo hay una dependiente en esta sección (crisis = te esperas que no vamos a poner más personal, y lo sabes). Sonrisa amable, ahora te atiendo. Toma de contacto: pasando revista por medidas, no frost, A+ o A+++ (cuanto más +, más dinerín). Empiezo a aburrirme e impacientarme. Yo sólo quiero una nevera, pago y que me la lleven. Ésa era la idea.... Me he despistado y ya está con otra cliente. ¿Se me habrá colado? Carezco de pruebas para quejarme y exigir justicia. Sigo deambulando y miro el reloj cada 30 segundos. La puñetera pesada no se cansa de interrogar a la chica, y lo suyo no es tomar decisiones rápidas. Ya con el papeleo, yo pegada cual un imán, me entero de que parte del cargamento va a ser una reserva porque no lo tiene claro, y más cuestiones que se le ocurren sobre la marcha... Me apoyo sobre un pie, sobre otro, seguro que mi cara empieza a desencajarse... Pero yo de aquí no me muevo, invadiendo el espacio, nada de distancia mínima de cortesía... Un matrimonio se ha marchado a la zona de los televisores, hartos ya de esperar....

Al fin. En 5 minutos elijo, una de oferta, con una marca conocida (y un servicio técnico que suele responder). A la porra con el mega ahorro energético (más de 200 euros de diferencia). Sí, la abono en tienda. Me informa de los gastos del desplazamiento (la dejarán instalada y retiran el trasto viejo). Y ¿cuándo me la pueden llevar? La quiero cuanto antes. El lunes imposible... únicamente si pago más, y ya paso a ser “de luxe”. Me toca las narices (me imagino al pobre esclavo cargando a peso semejante monstruo porque ya no hay hueco en la fragoneta). El martes por la tarde, llamarán una hora antes... ¿Y una garantía extra por 5 años? Que no, que soy optimista, y me quiero marchar.

En la caja, otra sonrisa encantadora, me reiteran lo de la garantía de 5 años, y ya quedo de cutre, me da igual, que no y no, que si pienso que se me va a estropear no me la compro. “Gracias y hasta la próxima.” Nooooooo....

FIN



Martes 7 de abril de 2015, ya está aquí.